Defenderse contra una cuchillada no es, en teoría, más difícil que hacerlo ante un empujón o un golpe. El factor que lo hace totalmente diferente en la práctica es que las consecuencias de recibirla pueden ser fatales, mortales...y así, pueden pasar dos cosas:
- Si sabemos que nos enfrentamos a alguien que tiene un cuchillo, el miedo puede hacernos reaccionar de forma inadecuada, paralizándonos, por ejemplo (pánico).
- No ver el arma hasta que es tarde, y no reaccionar adecuadamente porque pensamos que va a ser un simple empujón o golpe.
Un ejemplo de lo que puede ocurrir si no se está atento al contexto: el
que recibe el navajazo no debería haber increpado a esa distancia a un
desconocido, máxime si mantiene la mano oculta. Su reacción fue a la vez
lenta e inadecuada. Las consecuencias, fatales para el agredido.
En este último caso, debe tenerse particular cuidado en algunos aspectos:
- Priorizar la esquiva al bloqueo, y acompañarla con bloqueos seguros (a dos manos).
- Si realizamos agarres, hacerlo solamente si estamos totalmente seguros de que no implicarán un corte por parte del atacante (por ejemplo, al agarrar la muñeca de la mano que sostiene el arma sin haberla inmovilizado o antes de desarmarlo sería un potencial error).
- Dar una respuesta proporcional al ataque, ataque que probablemente nos podría haber costado la vida. Lo cual implica actuar en el sentido contrario al movimiento natural de la articulación y, por ejemplo, romper el brazo (muñeca, codo) del atacante, inmovilizarlo o neutralizarlo de forma efectiva, etc..
- Tener mucho cuidado al manipular el arma una vez reducido el atacante, pero no olvidarnos nunca de que desarmarlo o incapacitarlo para que no vuelva a contraatacar cuando decidimos abandonar la zona. Esto último no es negociable.