Suele oponerse lo tradicional a lo
deportivo en el ámbito de las artes
marciales y, sobre todo, ante la
clasificación de ciertas artes marciales modernas como deportes de combate o deportes de
lucha. ¿Pero es posible tener un espíritu deportivo y/o
competitivo compatible con las artes marciales tradicionales?
Durante años, participé y sigo
participando en diferentes torneos y competencias de distintas artes
marciales: como budoka, como profesor, como parte del equipo
arbitral, como cronista y también como simple espectador. Algunas de
estos encuentros fueron organizados por instituciones marciales que
podríamos llamar "tradicionales". Otras, lo fueron por
artes marciales "deportivizadas" (o no tradicionales),
donde competir es la principal razón por la cual se entrena, el
objetivo al que derivó la disciplina y por la que se organiza el
evento.
En todos estos eventos vi dos tipos básicos de
actitudes por parte de los participantes: está el que sale a ganarle
o demostrar que sabe a los demás, "cueste lo que cueste y caiga
quien caiga" (incluso el mismo y toda etiqueta marcial); y está
el que sale a hacer lo mejor posible o simplemente a mostrar y
compartir con otros, con humildad y más allá del resultado...suena
a tópico, pero es lo mismo que decir que estas son las personas que
salen "a vencerse a sí mismo" o a respetar a
todos...incluso a compartir lo que saben con todo el que quiera, sin
guardarse nada.
Estas dos actitudes que acabo de
describir son, por supuesto, dos extremos ideales que raramente se
ven "puros" en la realidad. Pero son actitudes bajo las
que, de una forma u otra, se engloban todos los participantes de
estos eventos marciales-deportivos. ¿Recuerdan la película karate
kid?...sí, ahí se refleja de alguna forma este contraste
(dramatizado, por supuesto) por poner uno de tantos ejemplos
cinematográficos que podría citar.
Estas actitudes que se dan en un
encuentro marcial no se limitan a los participantes activos o a los
individuos únicamente. También se aplican a los grupos, equipos y
al público en general, a la forma de alentar a los compañeros (con
o sin respeto por los demás) o de hacer lo contrario (insultar,
vilipendiar...). A la forma de participar, de compartir o de atacar a
los demás. Se reflejan a su vez en la forma que tienen de
comportarse los competidores, maestros, entrenadores o escuelas con
el equipo arbitral, los organizadores o con otras escuelas o equipos.
E incluso en la forma de ser del público en general como "colectivo"
que asiste a presenciar y acompañar, en el (o la falta de) respeto a
las instalaciones que utilizan, etc.
Por supuesto, las buenas normas de
conducta superan totalmente el ámbito de las artes marciales y
deportivas: varían de un individuo a otro, de una familia a otra y
de un país o región a otra, siempre de la mano de la educación. Es
decir, de lo avanzada (educada) que sea la persona o el grupo al que
uno pertenezca o que lo haya educado. También pasa con la
organización, escuela marcial, dojo, etc. de la que uno es miembro,
un grupo o subgrupo más.
Pero al margen de estos ámbitos
particulares/grupales, me pareció comprobar que, en un mismo país,
puede variar enormemente la actitud de las personas (individualmente
o como grupo) en un evento pensado como un complemento a la actitud
marcial tradicional, comparado con uno organizado alrededor del hecho
meramente deportivo, que viene a significar que todo gira en torno a
querer ganar y poco más.
Un ejemplo muy gráfico que puede
aclarar a lo que me refiero es el hecho de que, cuanto más
"competitivo" es el evento, más irrespetuosos son los que
lo protagonizan (incluyendo al público) en comparación con un
evento "tradicional".
En la peor de las expresiones del
aspecto competitivo sin una actitud verdaderamente deportiva de
"juego limpio" ("fair play") se grita, se
ensucia, se rompe, se insulta al contrario, se discuten las
decisiones o se falta el respeto a los jueces y árbitros, se llega
incluso a hacer trampa o a buscar la forma de superar el espíritu
del reglamento al margen de su letra ("hecha la ley, hecha la
trampa") y un lamentable etc. etc. que incluye hasta el robo, y
que se refleja en una tensión y un estrés, en una mala onda o
agresividad claramente palpable en el ambiente.
Contrariamente, cuanto más
"tradicional" es el evento, las personas son, en resumen,
más respetuosas de los demás. Se comparte más. Hay más
confraternidad, tolerancia y apertura. La gente está más relajada y
disfruta más, al margen del resultado deportivo concreto. Lo
importante, se ve claramente, es el viaje, no el destino...se va a
aprender, a experimentar, no simplemente a intentar ganar o
demostrar.
Sin embargo, para nada creo que la
competitividad sea ineludiblemente algo negativo. No obstante lo
cual, soy consciente de que si no se tiene claro el aspecto positivo
de competir, hacerlo puede llevarnos por un muy mal camino.
Dicho de otra forma, competir puede ser
una forma de educar(nos) o de retroceder, individual, moral y
socialmente hablando.
Hay que diferenciar aquí la actitud
"deportiva" y la "marcial", de la actitud
meramente "competitiva".
La competitividad como fin y sacada de
contexto trae grandes problemas a uno mismo y a los demás: el
perseguir ganar como si fuera el objetivo, a nivel educativo-laboral,
político, etc. etc. Es la actitud de "pisar cabezas" con
tal de llegar más arriba. La de "el fin justifica los medios".
Un mal camino por el que va, hay que decirlo, el mundo en general. Y
(creo profundamente) las artes marciales y los deportes deberían
remar contra esta corriente, no dejarse llevar...
Una actitud marcial es claramente otra
cosa de una actitud competitiva, me parece que no hace falta
explicarlo aquí. Pero incluso una actitud deportiva es claramente
distinta de la simplemente competitiva.
De
hecho, la llamada "deportividad" persigue una
actitud mucho más cercana a la visión que tienen las artes
marciales tradicionales de lo que es el deporte y la competencia. Es
decir, una visión del torneo como una herramienta interna para
lograr algo más elevado, incluso de una herramienta no
imprescindible y que, en todo caso, tiene un ciclo que se agota
independientemente de las habilidades físicas, sino por elección,
para luego seguir más allá.
Por eso, si en artes marciales se elige
competir, para no perder el rumbo hay que tener en claro (en mi
opinión) ciertas cosas.
Lo primero es que competir implica
buscar ganar. No se puede disimular este hecho o decir que uno va "a
competir". Uno va a competir para ganar. Sino se trataría de un
juego, no de una competición...contrariamente el que, jugando, solo
tiene en mente ganar, está confundiendo precisamente un juego con
una competencia.
Lo segundo es saber que competir
implica unas normas y ciertos encargado/s de interpretarlas y ponelas
en práctica que SABEN MAS QUE NOSOTROS ya que se dedican a ello en
ese momento y lugar, y nosotros nos dedicamos a competir.
A su vez, estos son seres humanos y van
a equivocarse SIEMPRE. Más o menos, pero SIEMPRE. Este hecho no debe
preocuparnos ni alterarnos. Debemos saber que no podemos hacer nada
para cambiar y, por diversas razones, muchas veces ocurren estos
(desde nuestro punto de vista al menos) "errores de juicio"
de las reglas que terminan (una vez más, desde nuestro punto de
vista) "perjudicándonos".
Lo tercero que hay que saber es que hay
personas que compiten con nosotros. Sí, también son humanos.
Debemos respetarlos y cuidarlos, no comérnoslos crudos con tal de
ganar...
Lo cuarto a saber es que ganar o perder
en una competencia de artes marciales (o de cualquier otra cosa) no
es algo realmente importante en la vida. Llevarse un trofeo o una
copa no es importante. Ser el campeón del barrio, o incluso del
mundo, no es importante. No señores, NO ES IMPORTANTE. Piensen
simplemente en un chico muriéndose de hambre, por ejemplo.
¿Entienden a lo que me refiero? Por eso competir incluso para un
deportista no es realmente imporatle. Lo que importa es como uno viva
con uno y con/por lo demás.
Está claro, igualmente, que el ganar
suele ser el reflejo de un logro más o menos importante si lo
sentimos así. Y está bien. Pero no es realmente lo importante. Lo
importante de un arte marcial, el fin último, sea esta caratulada
como "tradicional" o no, no está en la faz competitiva, en
una exhibición, en una demostración, en un curso o en un seminario.
Lo importante está en la actividad en sí que realizamos, que va más
allá del momento puntual de la competición, de ganar, de empatar o
de perder.
Marcialmente, nuestra disciplina
depende de la actitud anterior, actual y posterior a cualquier
evento. De una actitud de vida, de avance y retroceso continuo, no
"puntual" (por "el punto", que da la victoria)
sino de largo plazo, de constancia, de respeto del otro, de
perseverancia. En artes marciales japonesas esto se llama "DO".
No lo olvidemos.